miércoles, 25 de junio de 2008

"NN", Domingo de Ramos. De: Arquitectura del espanto.

Hoy viernes he salido de casa
Compré lo necesario/alquilé un traje/para estar
lejos del individuo de los días anteriores
Cómo explicarte
Si José fue a llevarte flores
al hospital donde reposas
con tu cabeza cana
que ya no acaricio o que me acariciabas
siendo yo un pequeño animal entre tus brazos
Hoy viernes los periódicos anuncian catástrofes
pero la mía es aún el doble
doble como una moneda
que tiene el mismo peso
las caras distintas
el mismo dolor vacío
que nunca sentí
Estoy seguro que en el hospital
no me anuncian nada nuevo
ni nada viejo
nada de lo que hoy
padezco ni siquiera grabado en el electrocardiograma
que tranquilamente puede ser una hermosa carta
que nunca escribiste
ni la radiografía puede
captar lo hueco que es esta angustia
de la espera
Como los posibles litros de dextrosa
que purificarán
tu cuerpo y vuelva tu voz que venían como dos arroyos
que se juntan desde la
cocina hasta la calle donde yo jugaba un partido de
fulbito
Hoy viernes pude irme tranquilamente a visitarte
y seguramente no te hallaré no encontraré
rastro alguno que me conduzca a tu lecho
como cuando de pequeño corría a tu lado
espantado por el terror que me causaban tus cuentos de
la medianoche
Ya no te hallaré con tus manos blancas
tratando de dibujar algún pájaro
que imitabas en tu canto

como los cantos en quechua que acompañabas con tu
mágica guitarra/violín o arpa que desconocía
mis oídos y mi lengua
Madre
Hoy viernes espero verte como en mi eterno
sueño
te veo a través de la ventana
venir apacible alta y moza como en canto de las aves
en medio de la aurora
que se destiñe detrás de la puerta






Domingo de Ramos. De: Pastor de perros.

acostada y lampiña como una maja
Caminando sola y abierta frente al lente de un paparazzi
Detenida y perra
Fracturada íntegramente entre tribus vaporosos
desplazada en el vídeo clip
De Chacalón in the city
Music & sound of The Comas donde estás pedaleando contra el suelo
En coreografía de peces rabiosos a la sombra de árboles mayores que yo
mientras muero detalladamente en trueque
A propósito a duras penas azulejado por tus pezones que se disgregan
como rocallas en las esquinas
fly rubia mía
fly Chana mía

fly pacharaca mía

sudando néctar lambicando tus olores
cras cras
entre los cascajos rojo indio de ese cerro
ahora gris como tu pelo al viento
al viento marrón-bizarro
que levanta tu vestido como tu errante camino
como derrubiando tu edad
que reluce tiernamente entre las piedras

Tú eres mi destejida náusea
Mi sonrisa paraquense
Vertiginando en mis concavidades






Alguien, Niko Velita Palacín. De: Casas Roídas.

Ay de aquel que anda en zapatos agujereados
Ay de aquel que duerme en cama tan dura

Se hiere los pies con el ruido de las piedras
El sueño se interrumpe al dolor de la espalda
Ya una vez caminó tanto a la gran ciudad
Lo recibió un profundo silbido de la indiferencia
Las visiones corren por los caminos
Para alcanzar al viajero empedernido
Que con su gran mochila al hombro
Huye de los corazones endurecidos
Sin que nadie sienta el sufrir de su alma

Ay de aquel que llora en ese rincón
Ay de aquel que bebe el licor para olvidar su sueño

Las lágrimas ruedan por los surcos de su mejilla
Ya hace mucho que nos e cansa de suspirar
Un olvidado nombre no llena el vacío de la existencia
Un hondo silencio queda en sus penas
Que como los golpes de la omisión castigan tanto
Su biografía cargada de espinas y látigos
Apenas se reduce a tres verbos
Y la historia de su muerte
En su lápida ya nadie lo recuerda

Ay de aquel que pide pan
Para saciar el hambre de siglos
Ay de aquel






III, Carolina Fernández. De: Cuando la luna cae.

La ciudad aprisiona
Las semillas
Con amable rudeza
Sus manos las liberan
Edifican los ensueños y
Descubren el ojo de agua
De la julia
A prisa multiplican el rostro
De la diva
Y le piden al viento que les dé fuerzas
Para envolver con su olor a la diosa
Esquiva.


Cantogrande, José Pancorvo. De: Profeta el cielo.


Sí, aquí compacto estoy,
De noche y como en un gran suelo
Comprendiendo, comprendiendo
Sobre la espalda del San Cristóbal: abres
Paso a los mares, todos los mares es,
Tú lo dijiste, ya estoy aquí,
Tú: tristes
Mañanas de la suprema plata pasaron
Y allá abajo el
Esplendor,
Las carretillas de Fuego,
Las vísceras asadas,
Los huesos color botella
Brillando en el cajón.

Pero el perfil de los cerros era el Huáscar:
Las burbujas de la chicha
Sus pututus de agua
Mientras Baila:
La cabeza mojándose en el horizonte de chicha de luz.
Ahora sólo veo
Todos los cabellos de la eternidad
Destapando el
Cielo nocturno y espumoso.






Wiracocha, Jaile Urco.

qué dirás padre estés donde estés
ya sea en lo alto del cielo o en lo profundo de lo bajo
nosotros
los que no íbamos a perder guerra alguna
que beberíamos y danzaríamos en los cráneos de nuestros
enemigos
estamos ya ves
con el lomo quebrado y todos aquí como si nada
tú que nos creaste para no comer nunca polvo de derrota
mira nuestros hocicos llenos de infame tierra
nuestra flácida carne que vocifera vida molicie testa
malhadada y pensarás
para esto promesas esperas
encargos
hijos
te hemos fallado padre
tanto los que guerrearon hace años
como nosotros
los que ya no alzamos armas sobre nuestras cabezas
los habitantes de urbe
hablando lengua que tú no entiendes
vistiendo ropas que te parecerían trapo excesivo
con gestos y modales que no entrarían a tu mesa
a tu faz severa
lo hemos perdido todo
tierra hijos mujeres dioses lengua

los dueños de tu época señor
hoy somos
en el mejor de los casos
inteligentes paisanos porque hemos olvidado y disfrazado
lo indio
de nuestra alma

muera el indio que viva el diablo wiracocha que no eres tú
padre
ellos
los otros
hasta el nombre te han quitado
los barbudos y blancos como la infamia
los mistis dicen wiracochitas
padre tú wiracocha
el único sobre esta faz de tierra lodo y esperanza






El Agustino, Roxana Crisólogo. De: Abajo sobre el cielo.

lo que yo llamo cielo y es tierra
y todas las noches ocupa un espacio distinto al de los cielos
y se extiende sobre un paño de noche elegante
y vive como las fogatas de los castillos conquistados
allá arriba
y deja escapar anillos de luz simples bocanadas de gente
innumerables miles no podría contar cuántas veces
me perdí en el cielo yo que creí que pisaba tierra
empecé a enumerar sus escalones desvanecidos
con tanta facilidad por la gente que al pisarlos
los duplica los triplica y pienso que es la velocidad
-alucinaciones de estómago vacío- de trabajo
mecánico y a tiempo completo sin vacaciones
con vacaciones -sin goce de haber-
o sólo el caos en un mundo que no es
cielo ni tierra entre tierra y cielo cielo y tierra
hay un lugar común de seres indiferenciables que bien
observo
con este cucurucho que quiere -intenta- ser mi único
microscopio o mirador oficial sin asomarme a la ventana
del micro aunque la gente grite Me ordene
cordura razón para no mirar nuevamente
verme
indefenso en un mundo que no podría domeñar solo
Ese día casi toqué el cielo
porque su olor a tierra sudada o lo que sea se impregnó
en mi chompa en mis cabellos quedó un poco del polvo abigarrado
de su alimento mi lengua también saboreó
la acidez segura de sus suburbios celestes y no dejé
de parpadear cuando quise contar cada lucecita suya
en la inmensidad -ya me estaban tragando-
Si no fuera por estos golpes
torpes ininterrumpidos de chofer por esa voz ronca de vaso vacío
(solo) que desde arriba me recordó que simplemente estaba
abajo






SANDIE & LUCY, Róger Santibáñez.

El corazón de plástico en la Junín
¿Dónde está? Desapareció en el desván
Inexistente sería una ola y su espuma
Salobre solitaria sobre nada sin memoria

Eran dos corazones en el azar soleado
Estrechez del patio desnudo en la oscura
Fotografía que se fue perdiendo cachivaches
Desportillados finalmente no los sepultamos

Frágiles y blandos cuerpos aunque suaves
Tenían sus nombres gringos esplendores
De T.V. recién llegada a los dorados arenales
Nadie sabe dónde se escondieron porque

Candelaria la noche que jugó al ampay
Soltó una risa resonante tenebrosa pero
No se los llevó sería ébano en contraste
Si hubiera sido dulce robadora de ese sueño

Escena de ambos en su repisa bien
Sentados y vestidos contemplando muebles
Paredes u hornacinas arrimados nichos
Sólo en el sutil espíritu de un poema






REGRESANDO AL PERÚ EN BARCO, José Watanabe. De: Cosas del cuerpo.


Supremas
inmensidades del mar y del cielo, mírenme,
yo soy el que va a su patria,
el que lame la sal que se cristaliza
en las barandas del barco, el que
apoya su peso
en una pierna y otra
para compensar el bamboleo de la nave y así mantener
la línea del horizonte y la línea del corazón.

Hace días que estoy hipnótico en el centro
del Atlántico. La única referencia
para saber que avanzo
es mi propio pasado: está ahora delante
como un tigre que me dio una tregua.

He dejado atrás varios días eternos
y una cáscara de naranja
flotando
en el Mediterráneo. La cáscara parece
gracia o ingenio
de la poesía, y en verdad es
algo aterrador cuando cae sobre esos mis días
y las aguas:
es un documento humano, lo mismo
que mi brazo o mi zapato.

Y otra vez voceo:
yo soy el que voy, y salto
para que las inmensidades
me vean. Mírenme
trayendo en mis brazos mi propio cuerpo
para entregarlo a sus dueñas, mi madre
y mi esposa
que me esperan
sabiendo
que nada puede cambiar: ir y volver, un giro
dentro de la misma fuente de salmuera.

Allá en las costas amarillas
de mi país
coma mi carne cualquiera de ellas.