miércoles, 25 de junio de 2008

Romancero de Lima, 1993 (breve historia de amor y chicheros), Miguel Ildefonso. De: Las ciudades fantasmas.


1. El mercado mayorista (para Mañuco)

Cuando cae la garúa en La Parada
no sólo se mojan los choclos
y la hierbaluisa,
también se parten las piedras de San Pedro.
Y yo, que soy peruano
como la Coca, también me mojo los pelos,
también se me parte un poco de alma.
Cuando cae la garúa en La Parada.

2. Avenida México (para Elsa)

La avenida a esta hora arde con tus manos
de magnolias,
y la música del parlante se desliza sobre
tus siemprevivas trenzas.
Pero hay una sombra en la esquina
donde una cucaracha se esconde de toda
la humanidad que transita.
Tú miras al horrible insecto
y quisieras que al besarlo se convierta
en un príncipe.
Así como si no hubiese que trabajar para vivir
ambos se miran hasta que la noche los una.


3. Las aves son hijas del paraíso (para Moisés)

En La Parada nadie espera que el gallo cante
para empezar a trabajar.
Sin embargo, los peladores esperamos que el sol
suba hasta la punta del cerro,
y que el agua sea como el infierno para estas almas
que sacrificamos todos los días.
A mí me enseñaron a rezar y a matar los pollos
desde pequeño.
Agarrarlos de las alas y de las patas,
darles un golpe de puño en la cabeza
y abrirles el cuello es cosa de pan y no de la tentación.
Así formé a mi familia que vive en San Cosme,
mi mujer que está gestando
y mis dos hijos que también aprenderán a resistir
el infierno, sus plumas, el sudor
y más que el propio sudor, la sangre.
Cuando ya hemos pelado a todas las aves
y éstas se exhiben como falsos trofeos para su venta
y mis dos hijos corren tras un polluelo
que se ha escapado de la jaula,
recuerdo que yo también corrí mucho,
mucho antes que el gallo cante en La Parada.


4. Cantogrande (para Pepe)

En la fiesta de Nélida
se toma y se baila muy bien.
Unos entran,
bailan un rato,
toman un rato y se van.
Otros como José
toman y bailan hasta morir.
Éstos son los más bravos.

5. El Señor de Nuestro Camino (para Édgar)

Señor de Nuestro camino, llévame a mi casa
o la Gruta de El Pino.
Esta luz que alumbra la noche
no sabe que el viento es azul sobre mi pecho rojo.
Bajo la Cruz de Yerbateros pasan sin oírme
las voces de mis hermanitos.
De amor es el amor, la luz es de la noche.
El aire es un bus cargado de voces plateadas.
La iglesia es una rosa en el camino de un ciego
que toca su violín para mí.
Llevo una fría luna dentro de mi pecho
y mis vidriosos ojos divisan un horizonte extraño
que no dan ganas de ir por ahí.
Señor de Nuestro Camino, llévame a mi casa
o a la Gruta de El Pino.


6. Velatorio (para Héctor)

Hace tiempo quiero decir que aquí la vida no vale nada,
ni pan para remojar en té.
Una se pasa viendo y viendo cómo se van apagando las velas
del Señor
Oh dichosa aventura!
Aquí nadie (ni César) tiene vela en este entierro.
Pero toditos tienen sed, Cruz de Yerbateros, hueso roto,
y hablan como una maldición.
Ya no quiero ver caras de sapos borrachos,
ya no quiero resignación.
Porque hoy después de tantas y tantas palabras
me ha dado una rabia,
una rabia que se ha abierto como un foso.
Hoy por ejemplo no ha venido la luna,
sólo han entrado las moscas atraídas por los lirios
y la oreja del perro.
Pero a qué viene tanto silencio amor?, ese ventarrón.
Las tripas roncan como la puerta y la ventana,
y yo ya no tengo lágrimas por lo menos
desde hace veinte años.
Hoy es té mañana será llantén.
Y esta casa que es muy vieja será más vieja que yo.
Todo, Señor, menos ver cómo se va apagando la última vela,
así como se apagó la vida de mi hijo.